28.12.09

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Si eso existiera en la vida real este último año hubiera sido totalmente distinto y no me detestaría tanto por mi mugrosa naturaleza impulsiva. Tampoco tendría muchos de los adjetivos que me adjudiqué, claro, pero en eso también juega mi tendencia enfermiza de autoboycottearme constantemente sin sacar más provecho que este montón de basura depresiva que suelo escribir.
A partir de la supuesta necesidad de controlar mis impulsos, desarrollé un mecanismo de "defensa" que lo único que hizo fue volverse en contra de mi sistema original e iniciar el ahora constante enfrentamiento interno en el que se desdoblan mi mente y mi alma para convertirme así en un eterno rompecabezas, siempre incompleto.
No me permito ser feliz, no puedo, no DEBO. Altero mis propios órdenes sagrados, mis obsesiones, mis deseos; extravío las piezas intencionalmente para nunca verme completa, nunca, nunca, nunca, es inimaginable, imposible ¿Qué sería de mi arte sin mi dolor y mi sufrimiento? ¿Dónde podría yo encontrar mi inspiración si no es en el punzante estremecimiento que genera la angustia? No sé cómo describir un sentimiento alegre con palabras, simplemente me excede, ya no recuerdo cuando fue la última vez que me sentí plenamente feliz (o sí, pero lo ignoro, por elección propia, obviamente). Mi castigo es elegir ser mediocre cuando aborrezco la mediocridad, mi verdugo no es nadie más que mi elección, y la razón es el arte, mi único amor.
Por eso, eme-eme-i-equis, el odio que te tengo no difiere mucho del enojo de un hijo a un padre ante una negativa, dado que al fin y al cabo me diste lo que buscaba; el hielo de tu mirada sobradora posada en mi agonizante ser, la ausencia de misericordia ante la desgarradora plegaria de un alma en pena, presa de su propia barbarie.. Todo eso presenciaste, me viste sucumbir ante la perdición, me aplastaste como a un insecto, te afanaste de mi inocencia y escupiste en mis ojos para encerrarme en mi decadencia.
Gracias por acercarme a la Forma, gracias por el dolor, gracias por ser mi calvario.

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