9.9.10

Fui Amélie Poulain por una noche, algo así como "Le Fabuleux Destin d'Mercedes Senise".

Por momentos era protagonista, por momentos expectadora. Todo era sumamente extraño; sobre todo el hecho de verme quince centímetros más alta, con veinte kilos menos y luciendo mi pelo negro y lacio en ese característico corte carré.
Los hechos se desarrollaban en un shopping irreal cuyo nombre nunca supe (esto se convirtió en leitmotiv para mi subconsciente en los últimos meses), y el argumento mantiene ciertas similitudes con la historia original, teniendo en cuenta que recuerdo haber asistido a varias personas desconocidas en situaciones cotidianas dentro del mismo escenario previamente mencionado.
En cuanto a Nino no tengo mucho que decir, más que lo veía como una figura borrosa, no literalmente, me refiero a que me resultaba muy difícil llegar a él porque siempre surgía alguna complicación, o desaparecía, o esas cosas raras y típicas de los sueños.
A diferencia de Audrey, yo tuve un obstáculo en mi debut como actriz de cine francés, se trataba de un hombre misterioso que me perseguía. Nunca supe exactamente qué quería de mí o cuales eran sus intenciones, pero me acechaba y me llenaba de miedo.
Tenía una imagen prolija, seria; usaba un sobretodo gris y uno de esos sombreros que me encanta como quedan en los hombres, también gris. Sus facciones eran delicadas pero masculinas, llevaba una media sonrisa cerrada casi permanentemente sobre su comisura derecha, y lo que apenas recuerdo de sus ojos era una mirada sujestiva.
Siento como si estuviera describiendo a un criminal y, curiosamente, al hacerlo se materializa también la imagen de una persona conocida en mi retina #AsociaciónCoughCough.
En fin, nunca entendí por qué huía de él realmente, pero algo me decía que tenía que hacerlo.
Básicamente eso es lo que recuerdo de mi sueño -o lo que creo pertinente destacar-... Ah, no. Falta el final.
En esta "escena" me encuentro en el lugar de expectador y veo a una señora mayor (que me recuerda a mi ex profesora particular de Historia y Sociología, a la que siempre recuerdo con cariño) tomando el té con una niña de siete u ocho años en un balcón-terraza soleado con vista a un lago - abundaba la elegancia y el buen gusto; muy mediterráneo, muy europeo-.
La mujer le estaba contando el relato de mi sueño, se supone que no era la primera vez que lo hacía, ya que lo primero que hice ni bien hubo terminado fue preguntarle con desilución:
"¿Pero Amélie no se queda con Nino?"
A lo que ella respondió con aquellos ojos turquesas de esperanza y su sonrisa pícara en un dulce susurro:
"No esta vez."

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