"El drama de la pasión insatisfecha crea un Yo ideal, una imagen del que podría ser y no es. Por esta razón los deseos no se realizan nunca, ya que si los objetivos parecen concretos en un primer momento, más tarde se hacen lejanos, invisibles. En consecuencia, las pasiones reales, verdaderas, responden a su naturaleza romántica, porque se afanan por las irrealizables y quiméricas aspiraciones de los deseos. Y en el curso desu proceso, las pasiones pueden cambiar, metamorfosearse, ser otras, incluso opuestas: la avaricia puede devenir en prodigalidad, el amor en odio, la tristeza en alegría, la envidia en admiración. Como en una colonia de pequeñas y promiscuas criaturas, las pasiones se multiplican, se suceden a sí mismas en un proceso discontinuo. A veces, incluso, logran su realización objetiva y entonces alcanzan una quietud posesiva, satisfecha.
La pasión tiene deseos fijos, a veces permanentes, a menudo inalcanzables, tras los que corre impulsivamente, al tiempo que se concentra en sí misma. Por ello el apasionado es también un imaginativo que concibe, figura, opera la unificación de un mundo en una síntesis perfecta de las situaciones en las que se encuentra. El celoso, por ejemplo, se tortura imaginando escenas que reproducen los motivos de sus celos. Se creería que ve fantasmas, pero son hechos 'reales' que se materializan imaginativamente de acuerdo a su yo celoso. Todo lo que hace tiene los colores de su pasión. Cuanto le ocurre a Otelo, como la llegada del enviado de Venecia, son motivos que justifican su verdadera naturaleza. No es que lo haga pensando en sus celos, sino que su imaginación tiene el poder de unificar todos los episodios de su vida en torno a una pasión. El apasionado no es un delirante que crea sucesos fantásticos de la nada, sino que su pasión se apoya siempre en realidades posibles que le sirven para construir, sobre esta base empírica, su lógica imaginativa."
~Christian Kupchik para Quid
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