Me siento como un adorno que no adorna, como esos que uno al verlos se pregunta "¿Para qué gastar en esta... cosa?", porque no cumple siquiera con su fin puramente estético, porque es enorme y grotesco, y no hace más que resultar incómodo y molesto.Estas son las cosas que uno piensa cuando nadie lo quiere como necesita que lo quieran; no soy indispensable en ninguna vida cercana de la forma en que quiero serlo.
La realidad es que no me conformo con el ronrroneo de mi gato. Pe y Eme son un tema aparte, para ellos soy sólo una responsabilidad que debe responder a órdenes, responsabilidades y algún que otro estímulo.
Entonces, Rosie*, te pregunto: ¿Cómo podría dejar de autodesvalorizarme si nadie se preocupa por demostrarme que tengo valor alguno? Los terrícolas me hicieron caer en la cuenta de tal cosa a partir de la simple conclusión estadística a la que llegué mediante la apreciación de comportamientos que se repiten en ellos para conmigo.
Con esto empiezo a ver que sigo sin encontrar mi lugar, es por eso que solamente pido poder volver a Marte, porque no debería soñar con alguien que me ame dado que ya aprendí lo frustrante que es pedirle peras a los malditos olmos.
*Rosa Schenkel, mi queridísima analista.